jueves, 26 de mayo de 2011

Leña al mono

Empresas madereras exterminan a cientos de babuinos en Sudáfrica porque extraen la resina de los árboles para alimentarse y dañan los troncos


Fuente: EL correo

En lo que va de año han muerto a tiros más de trescientos. Las organizaciones ecologistas han puesto el grito en el cielo y han iniciado una campaña internacional para acabar con esa barbarie, unas prácticas tan aberrantes como paradójicas. Porque resulta que el babuino es una especie protegida en Sudáfrica y porque, ironías del negocio, las empresas madereras que atentan contra estos primates lucen el sello verde FSC, el único que garantiza que el cultivo y extracción del producto se ha realizado respetando la salud del ecosistema y los derechos de las comunidades que viven o explotan el bosque. Claro que en estas comunidades no debían entrar las que configuran estos animales traviesos, con nariz de hocico de perro y culo rojo y pelado. Ellos tan solo buscan la comida variada de la que siempre disfrutaron sus ancestros: hojas, hierbas, semillas, raíces, insectos o pequeños vertebrados. Nada queda apenas de esos ricos manjares. El mono-cultivo mata al mono y, aunque esa redundancia no sea muy interesante por gracia de la polisemia, es tan cierta como que esos cultivos intensivos de pinos y eucaliptos en la selva sudafricana están acabando con ella y con todos sus infinitos inquilinos adscritos a la flora y la fauna de tan amplia región geográfica del Planeta.
«En Sudáfrica, las plantaciones industriales certificadas se extienden sobre una superficie de 1,3 millones de hectáreas. Para plantar especies exóticas se destruyen los ecosistemas locales. Los animales pierden su hábitat y también las personas se ven obligadas a entregar sus tierras para dar paso a filas interminables de árboles industriales». Son las duras conclusiones a las que ha llegado la organización alemana Salva la Selva, después de vigilar la evolución de los ecosistemas en diferentes continentes, principalmente África, Asia y América.
La oenegé culpa de esos desastres a las compañías Komatiland y York Timber que, a su juicio, han dejado sin alimento a centenares de especies que habitan en esta zona, debido a que son las que mayor número de hectáreas acaparan.
La empresa paraestatal Komatiland Bosques (KLF), cuenta con una certificación de monocultivos de alrededor de 187.300 hectáreas en las provincias sudafricanas de Mpumalanga y KwaZulu-Natal (más conocida en castellano como Zululandia, la más poblada del país y hogar de la etnia zulú). De sus 18 plantaciones, el 91% son de pino, el 7% de eucalipto y el 2% de acacia. Silvicultura, extracción de madera y actividades de transformación son sus principales ocupaciones.
Limpia y sin cortes
La otra gran compañía es la norteamericana York Timbers, con 94.000 hectáreas de pinos y eucaliptos y con plantaciones también en Sudamérica. Ambas empresas exhiben en sus web los certificados de calidad. Sobre la matanza de babuinos, se limitan a decir que gozan de licencia de caza para matar a otros 1.040 animales más. Y se quedan tan anchas. Lo único que no desean es que los babuinos les machaquen el negocio. «Al no encontrar con qué alimentarse dañan el tallo leñoso de los árboles y son reprimidos con disparos», ha declarado Guadalupe Rodríguez, colaboradora de Salva la Selva. Muerden los tallos para extraer la resina en la que encuentran los nutrientes necesarios para compensar su pésima alimentación. Y las industrias no pueden consentírselo porque les arruinan el negocio. La madera ha de ser limpia y sin cortes.
La barbarie ha sido denunciada también por la población local y la organización sudafricana Geasphere, que desde hace años protestan contra las plantaciones industriales y la tolerancia del gobierno sudafricano y de las empresas madereras con las muertes de los primates. Por ello, advierten de que «el sello verde FSC confunde a los consumidores de la madera, quienes creen estar comprando un producto ecológico». Geasphere califica el FSC de un «lavado verde» que allana el camino a los «destructores» de selvas, a la vez que reclama la sustitución de los monocultivos por «bosques más cercanos a la naturaleza y a su estado original».
Gran parte de la madera con el certificado FSC se exporta y está destinada a la industria del mueble, papel y celulosa.

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