El desastre de Fukushima no provocó la
decisión de Alemania de abandonar la energía nuclear, sólo aceleró un
proceso que estaba en marcha desde hacía al menos una década, según
varios expertos. Los germanos han conseguido desligar su crecimiento
económico del suministro energético y la dependencia atómica.
Cuando la canciller alemana, Angela Merkel, anunció el cierre de ocho
centrales nucleares y la revisión del resto, sólo habían pasado cuatro
días del accidente de Fukushima, sucedido el 11 de marzo de 2011. Aún se
desconocían las dimensiones del desastre y muchos vieron en el apagón
nuclear germano una decisión precipitada. Sin embargo,
los alemanes son demasiado serios y lo que menos hay en el adiós de
Alemania a la energía nuclear es precipitación. Llevaban tres décadas
preparándose para un abandono que ya les está dando beneficios
económicos y medioambientales.
En una serie especial, el Bulletin of Atomic Scientists
(BoAS) ha reunido a una serie de expertos para analizar el
desmantelamiento de las centrales nucleares alemanas y su impacto sobre
la economía y la vida de los alemanes. Según el plan anunciado por
Merkel, aprobado por el parlamento federal alemán en julio de 2011, a
las ocho plantas cerradas se le irán añadiendo las otras nueve que
siguen operativas de forma paulatina. Para 2022, Alemania ya no tendrá
energía nuclear. Otras fuentes, en especial las renovables, tendrán que
tomar el relevo. Y esa transición tendrá que hacerse sin poner en
peligro la economía del país.
El gobierno de Merkel aprobó la energiewende, un ambicioso plan
para pasar toda la economía alemana a una estructura energética baja en
emisiones y sin usar la energía nuclear. Como destaca el profesor de la
Universidad Libre de Berlín, Lutz Mez, “la energiewende
ha desligado el crecimiento económico del suministro energético”.
Alemania es de los pocos países industrializados que ha reducido sus
emisiones. Sus necesidades de energía primaria han pasado de 14.905
petajulios (unidad para medir energía) en 1990 a 13.374 en 2011. En ese
mismo periodo, las emisiones de CO2 han pasado de 1.042 millones de toneladas a 800 millones de toneladas.
¿Ha perjudicado esta reducción del consumo energético a la economía
alemana? En absoluto. El Producto Interior Bruto (PIB) de Alemania fue
de 1,8 billones de euros en 1990. En 2011 ya era de 2,44 billones de
euros, un aumento del 36%. Y todo eso, con una reducción de la energía
de origen nuclear, que ha pasado del 11,2% hace 22 años, al 8,8% del año
pasado. De hecho, aunque el consumo de electricidad ha aumentado, las
centrales nucleares han reducido a la mitad sus aportaciones hasta el
17,6%. Una cuarta parte de la electricidad del primer semestre de 2012
ya procedía de energías renovables.
Porque esa es otra de las singularidades del apagón nuclear: su
vinculación a la lucha contra el cambio climático. Alemania, cuarta
potencia económica y sexto emisor de CO2, se ha propuesto
para 2020 reducir sus emisiones en un 40% con respecto al nivel de 1990.
Y, para 2050, están confiados en bajarlas hasta el 95%.
Artículo completo: esmateria.com
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